De lo real a lo imaginado

Historias cotidianas con las aventuras de la mente.

Mes: enero 2025

Ya es jueves.

Hoy como todos los jueves, desde hace poco más de tres años, toca ir de visita matinal con la mama y comer paella.
Paella que hace la mama y que es una experta haciéndolas; que vamos a decir de las comidas de las mamás del mundo.
Antes toca paseo, por toda la avenida, de frutería en frutería, mirando donde están más baratos los tomates y verduras. Es rutina de todos los jueves.
Después, a trabajar.
Ya va quedando menos para el fin de semana.
🙂

Vaya…

Me he saltado un día.
Día largo.
Hoy toca repaso de programación, Inglés, leer: me faltan horas.

🙂

¡Se acabó!

Fin de las «vacaciones» del 2024.
Mañana toca ir a trabajar.
Desde que me fui, no he tomado buenas decisiones laborales; no cumplen lo que prometen y jefes que se desentienden (te dicen una cosa y hacen otra o simplemente no hacen nada…).

Eso sí, trabajo nunca me ha faltado.
Pero uno va cayendo en, no en desidia (no sería profesional ni ético), pero sí en falta de motivación laboral cuando las expectativas creadas por promesas que nunca se cumplen se desvanecen. En las primeras etapas de un empleo se nos venden ideales de crecimiento profesional, estabilidad, o un ambiente de trabajo positivo, pero, con el tiempo, esas promesas se demuestran vacías, y es cuando la desilusión se instala. La falta de cumplimiento de esos compromisos genera una sensación de frustración y desconfianza, erosionando poco a poco la motivación. El entusiasmo inicial se convierte en resignación, pues las metas que se nos ofrecieron como alcanzables parecen cada vez más inalcanzables. Esto no solo afecta el rendimiento, sino también a la percepción personal de valía dentro de la empresa. Cuando el entorno laboral está marcado por falsas promesas, el sentido de propósito y el deseo de avanzar se desvanecen, dejando espacio para la desmotivación y la desconexión.

Mañana toca ir a trabajar.

¡Buuuuuuuffff!

Pereza de domingo…

A pasar el día.

Hoy hemos quedado con unos amigos para pasar el día y comer por ahí.
Con ellos el tiempo pasa rápido, es lo que tiene estar en buena compañía.

Hoy toca…

…No hacer nada.

Que también da gustirrinín y ya va quedando poco de las vacaciones.

🙁

Se me olvidaba…

También tengo otra joya en mi colección retro de ordenadores.
A este es al que más cariño le tengo.
Todavía veo a mi padre en la tienda firmando las letras, en aquella época en pesetas, del ordenador que nos compró a mi hermano y a mi: un Amstrad PC1512DD con monitor de 4 colores CGA, impresora Amstrad DMP3160 matricial.

Por pena lo he tenido guardado en un armario más de 35 años. Ahora lo tengo funcionando (las disqueteras de 5´25″ se han «muerto») y con la tinta de la impresora «nueva» (gracias Youtube).

Como dice mi mujer: estoy involucionando.

🙂

¿Un Salamander?

Venga, después de la comilona y el viaje una partidita rápida al mítico Salmander.
La verdad, no sé por qué tengo los MSX 2, si después sólo hago que jugar a juegos de MSX 1.

¡Descartado!

Pues no, no volveremos a este sitio para comer.
Aquello de lo que pagas es lo que comes, pues aquí se aplica.
Mucha «fama», pero ya está. Y que conste que hablo de un Buffet libre. Pero es que hay sitios y sitios.

A comer.

La gente dice que estamos locos, que si no hay por aquí cerca sitios donde comer.
La verdad, a nosotros nos da igual darnos un viaje de 3 horas para comer y otras 3 horas de vuelta a casa. Es lo que me voy a llevar.

Hoy no vamos tan lejos, pero se puede decir que vamos a comer a un restaurante en la misma frontera con Le France. ¡A disfrutar!

🙂


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