Pasas de un día para otro de ser una persona, a ser un señor mayor…
Se acercan los 50 años y no te das cuenta, tú te ves igual. Pero cuando los cumples la sociedad ya no te ve así.
Te ve como una persona mayor que ya no tiene acceso, por ejemplo, al mercado laboral. Prefieren escoger a candidatos jóvenes, sin experiencia alguna a tener a alguien que sabe lo que hace. Bueno, seamos realistas; y porque una persona joven igual acepta un salario mínimo y, condiciones, que otra no aceptaría.
Dejando de la lado lo laboral (que a lo mejor con algo más de 50 años lo que haces es ir tachando del calendario el tiempo que te queda para poder «disfrutar» de esa jubilación tan ansiada…).
De repente te empieza a doler algo más.
Vas a dar un salto y te cuesta levantar esa patita que antes era de goma y ahora es un hierro rígido. Tu cabeza te dice; ¡salta!, pero tu cuerpo te responde; ¡»ande» vas, chalao!
Las reuniones con las amistades se resumen en las veces que has tenido que ir al médico, qué te duele ahora, la medicación…
Igual estoy exagerando un poco. Pero casi, casi.
Lo bueno es que ves las cosas de otra manera, más sosegado. Piensas más lo que vas a decir (aunque muchas veces no es mi caso y la cago). Ves las realidad de otra manera.
Bueno, antes he escrito «se acercan los 50 años y no te das cuenta». Pero es que igual ya los he pasado. No mucho, pero pasados.
Hay un antes y un después de esa edad.
Lo mejor de todo es que ahora las personas de esa edad no lo aparentan (o por lo menos la mayoría). Ha cambiado la forma de vestir, de peinarse (a los que les quede pelo en la cabeza) y de vivir.
Hasta no hace muchos años una persona con 50 años aparentaba veinte años más.
Bueno, voy al calendario a tachar otro día. Ya va quedando menos para disfrutar de la jubilación…