Estoy por aquí.
Lo sé, dos días. No pasa nada. Todo continúa, nada se para.
Uno tienes sus quehaceres diarios y a veces no puede con todo. Es la forma que tenemos en este siglo de «no vivir».
Y, es que, parece que no sabemos vivir si no es con prisa y queriéndolo hacer todo.
Que no pasa nada. Que si queda algo pendiente, ya se hará después, o mañana, o pasado.
Que hay que disfrutar del momento, de este momento. Que uno nunca sabe cuando le va a tocar «decir» adiós.
Que vidas sólo tenemos una. Aunque algunas religiones nos quieran «vender» que después de ésta vamos a ir a otra vida mejor (si nos hemos portado bien, claro. «Bien» según ellos y sus reglas).
Que hay tantas religiones como maneras de pensar.
Y aunque comparten varios elementos comunes todas «acaban», tienen, el mismo fin, para sus devotos; alcanzar un estado más elevado de existencia en la vida eterna. Esa que nos venden y a la que llegaremos si hemos sido fieles creyentes y practicantes.
No pertenezco a ninguna, aunque respeto a todas. Pero ni el Cristianismo, ni el Judaísmo, ni el Islam, ni el Budismo, ni el Hinduismos, ni, ni me han convencido de nada. Sólo poder, y más poder. Dinero, y más dinero.
Para mi la religión es igual que la política: palabras vacías, actos vacíos. Nos creemos lo que nos dicen porque nos interesa, sabiendo que no van a cumplir nada de lo hayan dicho.
¡Amén, hermano! Palabra de Dios.
PD.: Eso sí: bautizado, confirmado y casado por la religión Cristiana. Ahora, ¿quién entiendo esto…? Es lo que tiene nacer en una determinada religión, que nadie te pregunta; te alistan y listos. Después el tiempo te va dando visos de cómo funciona este mundo y uno decide.