De lo real a lo imaginado

Historias cotidianas con las aventuras de la mente.

Mes: febrero 2025

¡Ring. Ring. Ring!

¡Que voy! ¡Que ya voy!

Me pongo los zapatos. Me levanto. Avanzo hacia la puerta de entrada.
Antes de abrir, miro por la mirilla de la puerta. No veo nada. No veo a nadie.

¡Ring. Ring. Ring!
Ya me estoy mosqueando…
Vuelvo a mirar por la mirilla de la puerta. Nada, no hay nadie…

Antes de volver hacia el salón vuelvo a echar un ojo para ver si hay alguien en el rellano. Igual, no hay nadie.

No pasa nada. Igual ha sido una jugada de la mente.

Vuelvo al salón. Sigo mirando el programa de televisión.

¡Ring. Ring. Ring!
Ya me están tocando demasiado las narices. No me hace gracia.
No hago caso.

¡Ring. Ring. Ring!
Salgo corriendo hacia la puerta de entrada. Vuelvo a mirar a través de la mirilla de la puerta. ¡No hay nadie!
Abro la puerta. No, no hay nadie. No puede ser. Cuatro veces no es posible que me las haya imaginado.
Bajo la mirada hacia el umbral. Veo un papel blanco doblado. Lo cojo. Cierro la puerta.

Me apoyo de espaldas en la hoja de la puerta. Abro el papel.
Es una nota. Una nota escrita a mano…
Vuelvo a mirar por la mirilla, sigo sin ver a nadie.

Pues nada

Llegó el día.

Mañana nos vemos. A ver qué me cuentas. Espero sean buenas noticias. Aunque hasta dentro de unos días no lo sabré. Pero seguro que será así.
Hace tiempo que no sé nada de ti, eso es bueno.
Cuánto más lejos, mejor.

Y si no nos volvemos a ver, pues que te vaya bien. A mi me irá mejor todavía.

De todas formas nunca has sido bienvenido.

Todo es cordialidad

y amabilidad, hasta que dices no.

¡Qué pesados! Y eso que me inscribí en la lista Robinson.
Te llaman, todo es amabilidad y buenas palabras, hasta que dices no.

Te llaman, empiezan a ofrecerte servicios donde todo son ventajas. En cuánto le dices que igual te interesa pero que te lo manden por correo para mirarlo mejor y con calma, es cuando empiezan a ponerse «nerviosos». Normalmente te dicen que la oferta sólo es telefónica y a través del operador que te está llamando.
También suelo hacerle «truco» de decir que «¡qué casualidad, justo hay una oficina de su empresa cerca de mi casa. Me acercaré a mirar esa oferta». También me suelen colgar la llamada teléfónica.


Perdona, entonces ya no me interesa. No voy a contratar nada por teléfono sin saber con quién estoy tratando. Si realmente es quién dice ser y si realmente me llama de donde dice llamarme.
Por normal general, no es así.
Tienen tus datos parciales, que han comprado y sacan de alguna base de datos.

Una vez me llegaron a decir que todos mis datos (número de teléfono, dirección, nombre, apellidos, etc.) lo tenían porque yo aceptaría alguna cookie navegando por internet.
«Perdone, señora. Las cookies no dan esa información privada. ¿De dónde ha sacado mis datos?» Ahí ya me colgó el teléfono.

No hay que fiarse de nadie. Nunca, nunca, contrataré nada por teléfono. Y menos aún si me llega la llamada de alguien a quién no he pedido que me llame para ofrecer nada.

Nos empeñamos

en ser cabezones.
No vale la pena.

No.

Como siempre se ha dicho, sólo tenemos esta vida. No vale la pena estar enfadado con el mundo.

Pero, ¡cabrones! Dejad de enfadarme con el mundo.

Hay que aprender a ser uno mismo. Si no hablo con alguien, será por algo. igual es por salud mental.
Hay que alejarse de la gente «tóxica», que no te hace bien. Simplemente obviarlos, pasar de ellos. Tratar lo mínimo, lo indispensable (si no hay más remedio). Las mentiras, falsas promesas y gente que crítica hay que dejarlas lejos. Muy lejos.

Sé feliz.

¡Feliz jueves!

Lo mismo de siempre

Te levantas.
Te aseas. Te vistes. Desayunas.

Sales a la calle.
La misma hora. La misma gente. El mismo tráfico. El mismo atasco.

Llegas.
Los mismos compañeros. El mismo inaguantable. La misma rutina.
Las horas no pasan.

Sales.
Sonríes. Otro día más. ¡Superado!

Esperando a mi amigo, el sábado.

Vuelta a la rutina.

En el metro

Estoy de pie, en la plataforma. El metro se va llenando en cada parada. Ya no cabe más gente. Aun así, siguen entrando.
Estoy agarrado con una mano, sujetándome, intentando mantener el equilibrio entre tanto gentío.
Se vuelven a abrir las puertas, sigue entrando más gente que empuja a los que ya estamos dentro.

Cruzamos las miradas. Él se me queda mirando fijamente, yo también.


Van pasando las paradas. El vagón se va vaciando poco a poco.
Esta vez es a la inversa. En cada parada van apeándose los pasajeros.

Sigo en mi misma posición: en la plataforma, agarrado con una mano a la barandilla vertical.
Es invierno. Llevo abrigo. Y en la espalda mi mochila.

Cada vez queda menos gente en el vagón.


Ahora sólo esta una señora sentada, enfrente de mí. No veo a nadie más.

No noto nada. Solo escucho. Oigo el ruido de una cremallera abriéndose o cerrándose, no lo sé bien. Llevo mi mano, instintivamente, hacia el bolsillo izquierdo de mi chaqueta. Me lo han abierto con un rápido movimiento, sólo lo ha delatado el ruido de la cremallera al bajarse. Suerte que el vagón está vacío.

Me giro. Ahí está él. Como si nada. Mirando hacia otro lado.
Grito; ¡cuidado ladrón, carterista! Subo rápidamente la cremallera del bolsillo.

Se coloca enfrente de mí, empieza a insultarme. Se abren las puertas del vagón. Hemos llegado a otra parada. Se baja.

No ha podido robarme nada. Suerte que el vagón estaba vacío. Cinco minutos antes, ni me hubiera enterado.

Parecer ser

que sí. Que cuando a una persona le explicas que lo que hace está mal, ésta usa su raciocinio, y es capaz de entender y rectificar.

O eso parece.
Lo sabremos en unos pocos días.
Toca esperar de nuevo.
Pero todo apunta a que sí.
Si no, pues nada. Comenzará la refriega.
Saben que si es así, tienen las de perder. Será largo, porque así es la justicia. Pero al final, la razón sólo la puede tener una de las partes. Y saben que ellos no son esa parte ganadora.

Cabreo

Cabreo total.

No sé qué pasa por la mente de las personas para querer aprovecharse de los demás.
Hay gente con mucha cara. Gente que sólo sabe vivir a costa de la sociedad. Gente a la que no le gusta trabajar. Gente que creen que a los demás la vida nos regala las cosas.


Gente que quiere vivir del cuento.

No se me ocurre

¡Nada!

Estoy vacío. Apático.
Intentaré buscar qué escribir. Nunca, bueno casi nunca, me había pasado. Siempre se me ocurre algo. Es raro.
Por más vueltas que le doy a la cabeza, no sé qué contar. Y mira que me pasan cosas… Entre el trabajo y los pasatiempos (hobby) que tengo tendría qué decir, contar.
Lectura, fotografía, programación, Inglés, ordenadores retro, reparación de ordenadores retro…

Mira, igual me da por hacer algunas entradas sobre cómo era la informática allá por los años 80 y/o 90. Cuando no existía internet. O cuando empezó a existir y teníamos que tirar de modem e intervenir la línea telefónica de casa para conectarnos a alguna BBS, mientras nuestros padres nos daban la bronca por estar acaparando la línea. Ya sin hablar lo que costaba en pesetas (el Euro no existía, ni se le conocía).
Y ahora que recuerdo. Yo que siempre digo que nunca me han estafado…

En aquella época, mediados de los 90, había que pagar por conectarte a internet a través de la línea telefónica, conectando un modem de 56k. Los comienzos de internet. Cogías el auricular, lo colocabas encima del modem, te ibas a PC y ejecutabas el programa que te conectaba el modem con el «mundo externo». Poco más tarde llegaron las tarjetas PCI con modem de 56K. Ahí ya conectabas directamente el cable del teléfono a la tarjeta que iba conectada dentro del ordenador.
Entonces se pagaba por la conexión y por minuto conectado; no era nada barato. Pero es que si alguien llamaba a ese número de teléfono que estabas usando para conectarte, automáticamente saltaba la conexión y tenías que volver a conectar. Eso sin contar las broncas de tus padres tanto por acaparar «el teléfono» (como me decían) como por el coste que eso iba a reflejar en la factura.
A lo que iba.
Aparece una empresa que te ofrece tarifa plana a un coste de, ahora no recuerdo si eran 5.000 ó 10.000 pesetas, mensuales. Supongo que serían 5.000 pesetas. Tampoco recuerdo el nombre de la empresa que ofrecía este servicio.
Pues al cabo de los pocos meses de estar usando este fantástico servicio me llega una carta (sí, carta postal con su sello. De las que reparten los carteros) donde decía (tiro de memoria) que la empresa iba mal, pero si que todos los usuarios aportaban una cantidad de dinero x extra, todo seguiría funcionando igual de bien y que después ese dinero se devolvería (sigo tirando de memoria). No recuerdo la cantidad exacta, supongo que serían unas 5.000 pesetas de la época.
Pues ahí voy yo y les mando el dinero que pedían. Se ve venir lo que sucedió después… ¿no? Pues sí, esa empresa cerró y se llevó todo el dinero de aquellos (supongo que miles) incautos que caímos.

Años después leí que fue una estafa en toda regla. La empresa, efectivamente, iba mal. Así que su creadora (sigo tirando de memoria), o CEO como se dice ahora, decidió que un buen retiro sería pedir dinero a sus clientes antes de cerrar y así asegurarse un buen tiempo sin preocupaciones.
Nunca denuncié.

¡Coño! Con la tontería he escrito algo… jejeje

PD.: Si consigo encontrar qué empresa fue y como sucedió realmente (que la memoria es selectiva y muchas veces creadora de contenido) editaré esta entrada con nombres, apellidos y dinero estafado.

¡Y sí…!

Te dejarán cambiar algo del pasado, ¿lo harías?
Yo soy de los que opinan que no. Las decisiones uno las toma en el momento y ¡listos!
Otra cosa es que esas decisiones hayan sido las correctas. Pero cambiar, lo que se dice cambiar, no lo haría.
Igual uno, con el tiempo, se arrepiente. Pero es lo que decidiste.


Ahora ya no se puede hacer nada al respecto (me refiero a volver al pasado. Si es que se pudiera en este universo paralelo de los que algunos hablan que existe, pero que no se puede demostrar).

Tomas una decisión y punto. Luego ya está en tu mano volver a tomar otra y cambiar el rumbo de esa última; si quieres, te apetece, hay ganas y si es que se puede. Que la mayoría de veces es que ya no se puede. O no se puede sin arriesgar mucho. Y si el asunto se vuelve a torcer, ya puede ser demasiado tarde.

Unos te dirán que hiciste mal, o que hiciste bien. O que tendrías que haber hecho otra cosa, o haberte conformado, o… Opiniones siempre hay mil. Pero no son ellos los que las han tomado. Hablar desde fuera siempre es fácil. Dar consejos a terceros es sencillo. Después hay que aplicarlos.

Siempre digo que hay que verse en la situación. Que nadie toma decisiones porque sí, siempre hay un por qué, un motivo que te empuja.


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